Símbolos de libertad
Por: Eduardo Serrano. La pintura de Ana Mercedes Hoyos revela una actitud y un acercamiento a la raza y la cultura negra totalmente diferente a lo narrado anteriormente, inclusive a la aproximación de Wiedemann, el único gran artista colombiano que, hasta la penúltima década del siglo XX, había hecho de la población afrocolombiana el asunto principal -de al menos un período- de su producción artística. Podría afirmarse que Wiedemann es un pionero en la consideración pictórica de los negros como parte integral del país, el primero en prestar atención a su presencia como un elemento estético, y el primero en considerar su entorno y sus ámbitos a través de concepciones eminentemente espaciales y cromáticas. Y en el mismo orden de ideas puede afirmarse que Ana Mercedes Hoyos es la primera en interesarse pictóricamente en particularidades culturales de la raza negra, en sus aportes a la idiosincrasia colombiana y en el innato sentido estético que hacen manifiesto a través de sus usos y costumbres; sentido estético que -es importante enfatizarlo- ha modificado o influenciado notoriamente algunas áreas como la música y la danza, el comportamiento y preferencias de todo el país. Antes de entrar en esta materia, es conveniente recordar que Ana Mercedes Hoyos se inició pictóricamente en los años sesenta y que sus primeras obras reflejan el influjo benéfico del movimiento Pop el cual absorbía por esos años la atención de los artistas de vanguardia. Marta Traba, la crítica de arte más vital de esos años, saludó su trabajo afirmando que para la artista “las cosas descritas en los cuadros siempre deben ser algo más” y que por eso “sus temas recogen el reto de aceptar colores simbólicos y se empeñan en funcionar como mediadores entre la descripción y el sentido trascendente”.8 Poco tiempo después, sin embargo, Ana Mercedes Hoyos comenzó a tomar una senda cada vez más reduccionista, menos interesada en los detalles y como el rumbo de la pintura de Wiedemann aunque con una actitud rigurosa más que expresionista- rayana en la abstracción. Es el período de sus representaciones arquitectónicas y en particular de sus severas Ventanas, lienzos en los cuales la geometría, planteada a través de un colorido plano en el que priman el pardo y el gris en tonalidades oscuras, juega un papel preponderante. Lo curioso de su pintura de esta época es que a pesar del raciocinio geométrico y constructivo que la guía, sus trabajos nunca renuncian a representar la realidad y, más aún, nunca renuncian a un enfático realismo que le otorga un carácter singular y paradójico a su producción. Las Ventanas, unas veces aparecían cerradas y otras veces abiertas, permitiendo apreciar el cielo que en unas ocasiones presentaba los tonos oscuros de la noche y en otras ocasiones la incandescencia del día, la cual, a su vez, planteaba fuertes sombras que reiteraban las formas de los dinteles y demás elementos constructivos. Pero la artista iría acercándose cada vez más al vano de la ventana, enfocando cada vez más el espacio impreciso allende la geometría, hasta reducir la referencia arquitectónica al formato mismo de los lienzos y hasta plasmar únicamente el cielo, o mejor encuadres del firmamento que a pesar de permitir identificar, con algo de esfuerzo, tonalidades azulosas, era prácticamente blancos. Estos trabajos fueron bautizados como Atmósferas y, como era de esperarse, resultaron totalmente incomprensibles para el público que no atinaba a seguir su raciocinio puesto que todavía equiparaba la calidad artística con la dificultad interpretativa, pero no así para la crítica que supo identificar en su trabajo uno de los procesos reduccionistas más ingeniosos y particulares llevados a cabo en ese momento en que el minimalismo campeaba artísticamente en todo el mundo, ni para los conocedores que le otorgaron a uno de estos lienzos el Primer Premio en el Salón de Artistas Nacionales (1978). Las Ventanas y Atmósferas de Ana Mercedes Hoyos constituyen uno de los períodos más brillantes del modernismo en el arte colombiano. La contundente lógica del proceso, la radical eliminación de todo lo superfluo, el estricto sentido del orden, el ansia de pureza, la entusiasta búsqueda de originalidad, la impecable ejecución de superficies tersas como de porcelana y, sobre todo, la voluntaria frialdad en su realización, la decisión de no inmiscuirse sentimentalmente en el tema y la predeterminada carencia de emociones en su concepción y resultado, así lo hacen evidente. Puede decirse que su obra había llegado -siguiendo los planteamientos modernistas y en particular los derroteros del Minimalismo y el Conceptualismo- al máximo del rigor, a una especie de vacío, de nada, de carencia de motivaciones y de expectativas. |
La búsqueda pictórica de Ana Mercedes Hoyos
Por: Gerard-Georges Lemaire. Ana Mercedes Hoyos es una de las figuras más sobresalientes del arte Latinoamericano actual. En 1978 recibe el primer premio en el XXVIII Salón Nacional de Artes Visuales con ¡Atmósfera! y es invitada a la muestra América Latina - Geometría Sensible en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Ha expuesto individualmente en Bogotá, Buenos Aires, Caracas, Nueva York, Tokio, Santiago de Chile, Los Ángeles, México, Monterrey. Ha participado en colectivas alrededor del mundo representando a Colombia internacionalmente. La obra de Ana Mercedes Hoyos podría sin la menor duda ser reivindicada por un movimiento vanguardista o por algún otro de estos últimos decenios. No obstante escapa a toda definición, necesariamente reductora y por lo tanto no pertenece a ninguno de ellos. Primero, porque tiene a la vez la inquietud de lo real – y nunca lo traiciona- y la ambición de escaparse de él, para llegar a lo pictórico puro. Observemos por ejemplo las numerosas composiciones donde domina una larga tajada de sandía o una sandía abierta. En primer lugar, el encuadre reduce el campo de visión y permite focalizarse en un objeto privilegiado. Por ejemplo el volumen rojo muy pálido en forma de hoja, con sus gruesas pepas negras bordadas de blanco y por fin el verde de la cáscara que invade una gran parte de la superficie de la obra en detrimento de todos los otros elementos. Luego, el tratamiento cromático por uniformización de los tonos produce una armonía ligeramente desplazada dándole a la naturaleza muerta su carácter extraño que acentúa la simplificación de los rasgos, los colores lisos y finalmente la voluptuosidad que emanan de estas arquitecturas golosas de sabores y de perfume. Todas estas sensaciones regocijantes están aún más resaltadas por un cielo de un azul claro e inmutable, el mar de un azul un poco más fuerte y la arena de un amarillo gris invariable. Cualquiera que sea la manera como la sandía haya sido cortada y presentada, ella es el centro teórico de la obra: todo el resto se organiza alrededor de ella, como si tuviera un papel simbólico. Pero, al fin y al cabo, tiene una función estrictamente plástica. No es totalmente una fruta ofrecida a la gula (un pecado capital, no hay que olvidarlo) sino más bien la representación de una escultura policroma. Es más, esta tajada tan larga inspiro a Hoyos una verdadera escultura en hierro de catorce metros de longitud. De la misma manera, hizo fundir en bronce una de sus canastas de frutas. En esta tensión permanece entre la construcción formal de sus obras y de sus sentimientos, los pensamientos, las emociones que provocan, que nace la fuerza de las creaciones de Ana Mercedes Hoyos. Sin la más mínima anécdota sin el menor mensaje, la artista nos hace compartir sus convicciones y su aprehensión del mundo moderno. Recientemente, se interesó en la población negra de América Latina. Todo empezó con el perfil de una mujer a la orilla del mar, con todas estas siluetas de mujeres morenas, de mediana edad, de rostros serios y trajes de colores vivos. O con otra mujer en cunclillas en medio de las frutas que ella ofrece a los paseantes del mercado. Hay retratos de mujeres con boinas rojas y todos estos cuerpos negros fragmento de cuerpos puestos en relieve. Además se encuentran niñas vestidas de fiesta que no se ven si no de espalda. Y más mujeres aún, siempre en el medio de las frutas resplandecientes encarnando una naturaleza prodiga, exuberante, excesiva. Tenemos finalmente una niña morena, vestida esta vez completamente de blanco. Ana Mercedes Hoyos realizó hace tres años un gran dibujo representando el mapa de tres continentes – África, Europa y América. – con el océano atlántico en el medio. Sobre este mapa, dibujo las rutas del comercio triangular de los esclavos, una vía que conducía también a Cartagena. De este pasado colonial, quiso evocar la gran miseria de Palenque, pero también la belleza y la dignidad de quienes viven allí hoy en día, prisioneros de la memoria de este exilio forzado. Este mapa no describe nada más que itinerarios comerciales de los siglos pasados. Porque los hombres de ese entonces se convirtieron en mercancías como las otras, que se venden, que se intercambian. Y todo su valor consistió en la facultad de trabajar y producir riquezas en beneficio de otros hombres, de color blanco. Antes que enunciar los crímenes de otra época Ana Mercedes Hoyos se maravillan ante estos descendientes de los antiguos esclavos que sufrieron y murieron en su tierra, ella desea compartir lo que siente a través del prisma de su pintura. |
El mercado como metáfora
Por: Edward J. Sullivan. Durante la última década Ana Mercedes Hoyos ha surgido como uno de los pintores figurativos más destacados de Colombia, entrando a las ligas de Fernando Botero, Enrique Grau, María Paz Jaramillo, David Manzur y Beatriz González. Con algunos de estos artistas (especialmente Botero, Jaramillo y González) ella comparte algunas preocupaciones visuales y emocionales, tales como un interés en la exageración y en la ironía como mecanismo para hacer comentarios sociales o sicológicos específicos sobre las figuras y situaciones que pinta. Así como Botero y Jaramillo son capaces de evocar un amplio rango de círculos de la sociedad colombiana en sus trabajos mediante la ilustración de unos pocos y bien escogidos elementos, Hoyos posee la extraordinaria capacidad de hacer que los espectadores comprendan la esencia de las comunidades de la costa norte con sus pinturas de un número altamente limitado de componentes en sus lienzos. Por muchos años la artista ha concentrado su visión estética en la sugestión y la inferencia. Ella es capaz de comunicar una gran cantidad de conocimiento respecto de la intensidad de los colores, la luz, los sabores y aromas del puerto de Cartagena y los pueblos que lo rodean tan sólo pintando una cabeza, un brazo, un torso, un pedazo de fruta o el más leve vistazo del paisaje en sus composiciones ricamente matizadas y texturizadas. Las habilidades de Hoyos en esta área se han nutrido con su meticulosa atención a los principios clásicos en su arte. Ella se pasó varios años estudiando los maestros renacentistas y barrocos en Europa. Su particular entusiasmo por las pinturas de Diego Velásquez, por ejemplo, le ha enseñado a maximizar las posibilidades que ofrece el manejo sutil de la luz y el potencial de sugestión indirecta simplemente ajustando los tonos de la intensidad de sus colores. Por supuesto que en ciertas obras muy conocidas Hoyos hace homenajes directos a los artistas cuyas pinturas tiene en muy alta estima. Una de sus más conocidas naturalezas muertas, de una fase anterior de su carrera, se inspiró en la famosa Naturaleza Muerta con Frutas de Caravaggio que está en el Museo Brera en Milán. Algunos críticos han pretendido vincular el trabajo de Ana Mercedes Hoyos con el Pop Art. Han visto en su uso de colores sólidos y su interés en los perfiles y acercamientos de personas y objetos referencias a la estética de artistas como Roy Lichtenstein y Andy Warhol. Sin embargo el espíritu de las pinturas de Hoyos está muy alejado de la sátira seria de la obra de estos artistas. Hoyos es perfectamente consciente del potencial expresivo del pop art. De hecho, algunas de sus pinturas de los 1970s (que presentan grandes flores y otros elementos similares) casi pueden ser consideradas como imágenes “cuasi – pop”. Sin embargo el arte de Hoyos desde los 1980s hasta el presente se ha centrado en situaciones y caracteres de carne y hueso para crear obras que se aproximan a las composiciones distantes y sicológicamente abstractas de los artistas pop de los 1960s y 1970s. Hoyos dio su gran salto estético hace más de diez años cuando decidió desarrollar su visión única y personal de una parte específica de su país de origen. La región de los alrededores de Cartagena prácticamente se ha convertido en una obsesión por su rico bagaje histórico además de las muchas posibilidades visuales que ofrece. Sin embargo, la visión de Hoyos no es, ciertamente, la imaginación estereotípica enfocada en palmeras, las playas o los atardeceres románticos – una imagen que evoca a Cartagena para la mayoría de los colombianos. Ella ha seguido, por más de una década, mirando y evocando las cualidades esenciales de los descendientes de los esclavos que fueron traídos a esta parte de Colombia en los siglos diecisiete y dieciocho. En la presente exhibición, Hoyos presenta una serie de pinturas del mercado que son muy estimulantes, Algunas de ellas en gran formato, estas obras, al igual que pinturas análogas anteriores, definen la habilidad innata de la artista de discernir y entender la vida interior de esta región y de su gente. Detrás de los suntuosos colores de Hoyos, de sus sensibles líneas y descripciones evocativas, nos encontramos con una artista que se ha aplicado a un serio estudio sicológico y a la empatía personal con las gentes cuyas vidas ella recrea de su particular manera. |